El lado oscuro del Titanic
El océano Atlántico estaba en calma aquella noche, mientras el majestuoso Titanic cortaba las aguas como una sombra imponente bajo el cielo estrellado. Para muchos, aquel viaje era un sueño, una travesía hacia una nueva vida llena de esperanza. Pero para Evelyn y Alexander, el Titanic representaba el final de una historia de amor prohibido, un secreto oculto entre las sombras del lujo y la opulencia.
Evelyn, una joven de la alta sociedad, había sido comprometida desde niña con un hombre poderoso y rico. Sin embargo, su corazón no pertenecía a él, sino a Alexander, un humilde artista que trabajaba entre los pasajeros de tercera clase. Durante meses, se habían encontrado en secreto, escapando de la vigilancia de los ojos atentos de los criados y de las expectativas que pesaban sobre los hombros de Evelyn. En Alexander, ella había encontrado libertad, pasión y un amor que nunca había conocido.
El Titanic, con su lujo desmedido, les ofrecía la oportunidad de escapar. Mientras los demás pasajeros se distraían con el esplendor del barco, ellos planeaban huir una vez llegaran a Nueva York, donde podrían comenzar de nuevo, lejos de las ataduras de su antigua vida. Cada noche, mientras el barco cruzaba las aguas heladas, se encontraban en lo más alto de la cubierta, lejos de las miradas curiosas, hablando en susurros, soñando con un futuro juntos.
Pero aquella noche, el 14 de abril de 1912, el aire estaba más frío de lo habitual. Evelyn llevaba consigo una sensación de inquietud que no lograba sacudirse. Cuando se encontraron en su lugar habitual, bajo la luz pálida de las estrellas, Alexander notó su ansiedad. "Todo saldrá bien, amor", le dijo, tomando su mano entre las suyas. "Pronto estaremos lejos de todo esto, solo nosotros dos."
Evelyn sonrió débilmente, pero no podía deshacerse de la sensación de que algo terrible se acercaba. Sus ojos se posaron en el horizonte, en esa vasta oscuridad que parecía devorar todo. "No estoy segura, Alexander", murmuró. "Hay algo en este barco, algo que no puedo explicar."
Esa misma noche, cuando el Titanic chocó con el iceberg, el caos estalló. Gritos, pánico, y el sonido del acero cediendo ante el hielo llenaron el aire. Evelyn y Alexander se apresuraron a reunirse en medio del tumulto. El barco, que hasta ese momento había sido un símbolo de grandeza y esperanza, se convertía ahora en una trampa mortal.
Intentaron encontrar un bote salvavidas, pero cada uno que encontraban estaba abarrotado o partía sin ellos. Finalmente, se quedaron atrapados en la cubierta del barco, observando cómo el agua helada subía implacablemente. En medio de la desesperación, Evelyn se aferró a Alexander con todas sus fuerzas. "No nos dejaremos", susurró, temblando de miedo. "Nos prometimos estar juntos, y así será."
Pero cuando el Titanic empezó a inclinarse hacia su destino final, algo oscuro se manifestó. Desde las profundidades del océano, una fuerza invisible comenzó a hacerse presente. No era solo la tragedia del hundimiento lo que llenaba el aire de terror, sino una presencia, una sombra antigua que parecía haber estado esperando ese momento durante siglos.
Los pasajeros que caían al agua no solo eran reclamados por las gélidas profundidades; eran arrastrados por algo más. Evelyn, en su pánico, lo vio con claridad: manos espectrales, figuras oscuras emergiendo de las olas, como si el océano mismo estuviera hambriento de almas. Gritos agónicos se apagaban en el agua, pero no era solo el frío lo que los silenciaba. Era algo más.
Alexander intentó mantenerla a salvo, pero fue inútil. La oscuridad bajo las aguas era implacable. Mientras el Titanic se hundía cada vez más, el par de amantes fue arrastrado hacia la fría y mortal marea. En sus últimos momentos sobre la cubierta, se abrazaron con fuerza. "No te dejaré", dijo Alexander, sus palabras sofocadas por el rugido del agua y el caos.
Evelyn, con los ojos llenos de lágrimas, lo miró una última vez antes de que el barco los arrastrara hacia las profundidades. Pero incluso en la muerte, se prometieron amor eterno. Cuando finalmente el Titanic desapareció bajo las aguas, su amor no terminó.
Cuentan que, en las noches más oscuras, cuando la luna apenas ilumina el océano, se puede ver algo en las profundidades donde descansa el Titanic. Un par de sombras, caminando juntas, tomados de la mano, recorriendo eternamente los restos sumergidos del barco, buscándose entre los escombros. Evelyn y Alexander nunca pudieron escapar del destino que el Titanic les había impuesto, pero en las aguas frías y oscuras del Atlántico, su amor continuaba, trágico y eterno, atrapado para siempre en el lado oscuro del Titanic.
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